martes, 24 de octubre de 2017

Amando Lacueva entrevista a Juan Ballester

R.L. Ser escritor que es para Juan Ballester, ¿Vocación o pasatiempo?

Creo que hay dos clases de escritores, los que querían serlo desde jóvenes por vocación, y los que comienzan de adultos, casi siempre para plasmar un hecho real traumático que debe ser expulsado. En mi caso, un día me estaba ahogando por un problema en un bar y alguien -que luego se convirtió en un personaje-, me dijo desde la barra: “Si lo escribes, dejarás de tener el problema, aunque pasarás a tener el problema de haberlo escrito”.  

R.L. ¿Ha pesado en la construcción de tu última obra “Ese otro que hay en ti”, el haber obtenido en el 2012 el XXII premio de la crítica literaria Valenciana?

Cuando fui galardonado por un jurado en el que figuraba el presidente de los críticos literarios españoles, pregunté a un amigo escritor cómo debía valorarlo, y me contestó que el sentido de aquel premio era que la crítica me daba permiso para ser escritor. Podría haber caído en la tentación de escribir otra novela inmediatamente, pero no lo hice porque a mí no me sale cuando quiero. Ese Otro que hay en ti ha sido un acto no consciente, una explosión creativa no programada e imprevista.

R.L. ¿Desde tu última novela “El efecto Star Lux”, hasta la aparición de “Ese otro que hay en ti”, han transcurrido seis años,… a que se ha debido ese lapsus?

Dicen que se notan los siete años que he estado escribiendo artículos literarios en los diarios y dedicándome al trabajo de edición en el sentido más bello de la palabra, el de meterse hasta el cuello en las novelas de otros.

R.L. Tus personajes están muy bien definidos… ¿Cuál es tu proceso de construcción, te fijas en personas reales o son fruto exclusivo de tu Imaginación?

Creo que cuando las personas escriben de adultos, la materia prima son sus propias experiencias y parten de la realidad de la que solo pueden ir alejándose poco a poco. Yo todo cuanto escribo está basado en experiencias personales, en personas de carne y hueso, pero ahora ya tengo una gran capacidad para mezclarlos en la paleta de colores y dibujar mi propio mundo.

R.L. ¿Cuál de ellos es tu preferido?

Le debo mucho a muchos personajes, tú los creas a ellos y ellos se meten dentro de ti; responder a esa pregunta sería cómo que a cuál de mis hijos o de mis padres prefiero. De todas maneras, mi más admirado personaje es Carlota, porque al terminar de leer se sale de la novela y te ofrece un lápiz de labios o te pinta un bigote, según seas hombre o mujer. 

R.L. ¿Qué personaje se te ha revelado más, te ha plantado cara o ha tomado un protagonismo que no pretendías? ¿Le dejaste actuar libremente o tuviste que pararle los pies?

Carlota se ha batido en duelo contra mi plumilla desde el momento que la dote de vida, desde el primer trazo. Ha ido mucho más allá de cuanto puede imaginar, ha tomado el control, me ha seducido y he abandonado a los demás personajes, por su culpa. En Japón mucha gente no cree que exista el amor en el mundo real y mantienen relaciones formales con personajes de ficción. La parafilia se llama científicamente complejo 2-d y yo lo padezco.

R.L. Dicen que los escritores son parte de sus personajes, que se deja una impronta en todos y cada uno de ellos, ¿estás de acuerdo?

Seguro que ellos también me tienen aprecio.


R.L. ¿Alguna de tus obras tiene algo de autobiográfico?

Cuanto más me alejo de los inicios menos tienen de autobiográficos. En la primera novela sobre la amistad y la traición casi no me despegué de mi vida y en esta última, aunque hay mucha experiencia personal repartida, solo hay una escena autobiográfica: es el encuentro con mis compañeros de clase de Jesuitas veinticinco años después de abandonar el colegio. 
     
R.L. ¿Por qué rescatar personajes del “Efecto Star Lux”, en “Ese otro que hay en ti? ¿Y los escenarios? ¿Se debe a la morriña por tu tierra natal?

Llevaba siete años sin escribir ficción y con un personaje de la novela anterior hice un pacto: “como no puedo escribir ni una letra te vuelvo a utilizar, pero a cambio te mato para no volver a hacerlo”. Se llama Germán y no he podido matarlo. Como lo que quería es escribir una novela negra valenciana con el fondo de las fallas, me lo llevé a la ciudad en la que viví la primera mitad de mi vida. Se la debía.  

R.L. ¿Qué puedes decirnos de tu faceta de articulista, es difícil encontrar contenidos?

Para mí sí porque escribo en la Tribuna general artículos de corte literario que debo relacionar de alguna manera con hechos de actualidad. Por ejemplo, "Matarás a tu padre” hablaba de la relación paterno-filial con ocasión de una sentencia que anulaba en Italia un matrimonio canónico por ‘mamonits’.  Como Antígona que nunca pudo aceptar las leyes del amor y de la vida por culpa de su absorbente madre.

R.L. ¿Dónde te sientes más cómodo: como escritor, articulista o Registrador Mercantil?

No hay ninguna droga peor que la que sufre un artista en el proceso de creación, puedes perderte en un mar sin límites, ni brújula ni timón. Uno puede repasar los temas de Derecho Hipotecario, pero no los temas de la vida y no creo que en ese lugar sin plantilla en el que descubres tu alma, nadie puede sentirse cómodo; más bien atacado de pánico.   

 R.L. ¿Cuando escribes una de tus obras, te sientes como dios, capaz de decidir sobre el devenir de tus personajes, la historia, la trama… o simplemente eres un narrador que articula una historia?

El papa polaco hizo una distinción con dos palabras de su idioma entre el Creador (que es Dios que crea desde cero) y el Artífice (que modifica lo ya existente) También he oído una distinción a propósito de Blasco-Ibáñez, que permite afirmar que hay buenos narradores que no son buenos escritores. Si yo tuviera que elegir, mi obsesión es la buscar la excelencia en lo narrado.  


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